La necesidad de sentirme Chala

José Jairán Breijo Rodríguez jjbreijo@estudiantes.uci.cu

Conducta… aquella palabra resonó en mi cabeza durante mucho tiempo. Traté de evaluar mi comportamiento a lo largo de mi corta vida, y me di cuenta de que mi camino había sido forjado entre lazos de respeto y cariño, pues mis padres se empeñaron en que así fuera. He tenido muchos amigos… buenos, malos, pero con aquella edad no entendía por qué algunos se empeñaban en ser el centro de los problemas. Mientras crecía, me daba cuenta de que los problemas les eran inherentes, pues simplemente eran víctimas, y me preguntaba cómo era esto posible.

Hace pocos días me vi sumido en un debate, donde el centro de discusión era un largometraje cubano con este nombre, Conducta. Varios eran los criterios y “duros” en realidad, por así decirlo. Al final conseguí la película y decidí darle un voto de confianza, pues soy un poco escéptico ante los materiales que son de gusto popular. A medida que me adentraba en la trama, mi mente viajaba a mi pasado, y recordaba muchas escenas que me marcaron, e influyeron en mi manera de ver las cosas. Con aquella corta edad, me di cuenta de que muchos de mis colegas del aula presentaban por así decirlo: “una madurez prematura”, valga la redundancia; por el simple hecho de que eran capaces de valerse por sí mismos, de ser ellos la fuente de su sustento. Indagué y al final vi a mis amigos sumidos en un escenario donde, la niñez, el tiempo libre y la inocencia, solo eran secundarios, pues eran los protagonistas de juegos de azar, de peleas de animales, y de un ambiente donde obtenían dinero, pero se perdían en el proceso. A unos los movía la simple adicción al mismo, pues se la inculcaron de pequeños, otros simplemente eran el sustento de su familia. Independientemente del motivo, cada una de estas acciones, marca la personalidad e influye negativamente en la conducta, la forma de relacionarse con sus semejantes y la opinión que estos crean acerca de dicha persona. Recuerdo una mañana, que la profesora decidió expulsar del aula a uno de mis amigos por estar jugando cartas en el receso, pues ya había presentado problemas. Al salir, le dijo: “¿profe, si mi edad es de oro, porque todos son conmigo así?”

A mi juicio, es realmente duro asumir una posición que no se quiere, o realizar sacrificios cuyo fin solo es suplir necesidades básicas como la alimentación o el transporte. Al final del día, nadie tiene la culpa de nada, solo es el reflejo de lo que se ha convertido nuestra sociedad, donde a veces se olvidan los principios con el fin de obtener un bien; sin darnos cuenta que los más afectados son esa generación que será reflejo de nuestras costumbres, y del consumismo desmedido. Gracias a esta entrega cinematográfica por recordarnos cuántos Chalas habitan nuestro país con los sueños rotos, esperando que alguien les tienda la mano, y les dé el apoyo necesario para lograr encontrar, en ese gesto de amor, el hogar que nunca fue su casa.